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Sor Juana Inés de la Cruz



Entre los primeros escritores criollos, influenciados por el Culteranismo y el Conceptismo del Barroco español es sor Juana Inés de la Cruz la representante más importante.

Esta mujer increíble que escribió poesía, teatro y prosa, se presenta como una personalidad clave para entender a través de su obra la dualidad de un espíritu colonial que siente a la tierra mexicana como su patria y se reparte entre el conocimiento racional y el religioso, entre la erudición y la espontaneidad popular, entre el amor mundano y el divino.

Su poesía es el más alto ejemplo del Barroco americano. Sus sonetos, romances, redondillas, décimas y villancicos expresan con juegos literarios temas históricos, mitológicos, satíricos, de alabanza o de amor profano y religioso.

Resumen cronológico de la vida de Sor Juana

1648. En diciembre nace Juana Ramírez de Asbaje, hija natural de Isabel Ramírez de Santillana, criolla, en la alquería de San Miguel Nepantla, a unos sesenta kilómetros de la ciudad de México. Su padre fue Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, vasco, de quien nada se sabe.

1651. A los tres años logra que la maestra de una de sus hermanas mayores le dé lecciones. Vive en la hacienda de su abuelo materno don Pedro Ramírez en Panoayán. Hace su educación en la escuela elemental de Amecameca a unos dos kilómetros de allí. Pide a su madre que la envíe a la Universidad vestida de hombre, ante la negativa se consuela leyendo en la biblioteca de su abuelo.

1656. Muere su abuelo y nace el primer hijo de su madre con el capitán Diego Ruiz Lozano, su nuevo amante. Por celos del amante o por escasez de recursos, Juana es enviada a México a casa de su tío Juan Mata, casado con una hermana de la madre Comienza su fama intelectual. En veinte lecciones aprende latín con el sacerdote Martín de Olivas.

1664. Llega a la ciudad de México el virrey Sebastián de Toledo, Marqués de Mancera, en cuya corte entra Juana como "muy querida” de la virreina Leonor Carreto a quien dedicará sus poesías con el nombre de Laura. El virrey Mancera hace someter a examen a Juana ante cuarenta doctores de todas las facultades, y sale airosa de esta prueba "a la manera -según palabras del Virrey‑ que un Galeón Real se defendería de pocas chalupas".

1667. El padre Antonio Núñez de Miranda, hombre de cultura teológica, profesor de filosofía y calificador del Tribunal de la Inquisición, confesor de los virreyes, y por tanto con acceso al palacio, la impulsa a seguir la vida religiosa. Ingresa en el convento de San José de las Carmelitas Descalzas, pero sólo permanece tres meses y renuncia sin poder soportar la dureza de orden. Un año y medio después ingresa en el convento de San Jerónimo donde el 24 de febrero de 1669 toma los hábitos.
Según su biógrafo el Padre Calleja "veintisiete años vivió..." con oficios de Contadora y Archivista, y hasta llega a decirse que dos veces fue electa Priora, sin aceptar esa elección. Participa en las actividades teatrales y musicales del convento

1673 Muere la virreina de Mancera y, con el alejamiento del virrey, mecenas de Juana, se inicia el virreinato del arzobispo Payo Enríquez de Rivera.

1674. Escribe "Loa a los años del rey” y acrecienta su fama de monja artista y sabia. “Su más íntimo y familiar comercio eran los libros', dice su biógrafo, llegando a poseer "cuatro mil

1676‑1679. Escribe nuevas composiciones y villancicos de la Anunciación, de San Pedro Nolasco y de San Pedro Apóstol.

1680. Llega a México el virrey Tomás Antonio de la Cerda y Aragón, conde de Paredes y marqués de la Laguna. Sor Juana es encargada de preparar el Arco Triunfal para recibirlo, y escribe para esa ocasión su Neptuno Alegórico. Así como la Marquesa de Mancera fue la "Laura" de sus sonetos, la nueva virreina será la "Divina Lysi" de sus poesías.

1683. Gana dos lauros en el certamen lírico universitario con el Triunfo Parténico, en loor de la Inmaculada.

1689. El ex virrey Mancera hace publicar en España el primer tomo de las Obras Completas de Sor Juana

1690.Publica en México el Auto del Divino Narciso, y en Puebla, la Carta Atenagórica, respuesta de Sor Juana a un sermón del jesuita portugués Antonio Vieira. Recibe la carta del Arzobispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz, con el seudónimo de sor Filotea de la Cruz, donde le pide que abandone sus obras mundanas y se dedique a las obras religiosas.

1691. Escribe Respuesta a sor Filotea de La Cruz, ofreciendo en ella una profunda autobiografía. El padre Antonio Núñez de Miranda deja de ser su confesor. En Barcelona se publica la tercera edición del Primer Tomo de sus obras.

1691. Hambres, epidemias y tumultos en México. Rebelión contra el virrey. El confesor de Juana, padre Antonio Núñez de Miranda, la incita a una mayor perfección espiritual, sin prohibirle "el ejercicio decente de la poesía". Se reeditan sus Obras completas en España.

1693. Deja de escribir obras literarias, filosóficas o teológicas, y comienza su transformación espiritual, sacrificando su espléndida biblioteca y sus "muchos preciosos y exquisitos instrumentos matemáticos y "musicales'. Todo lo reduce a dinero para los pobres.

1695. El 17 de febrero muere Núñez de Miranda. Renueva sus votos y, en ocasión de asistir a sus hermanas víctimas de una epidemia de cólera, muere dos meses después, el 17 de abril.

 Sonetos
                        I
Este, que ves, engaño colorido,
que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

este, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:

es una necia diligencia errada,
es un afán caduco, y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.


                          II
 ¿En perseguirme, Mundo, qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas,
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.

Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,

teniendo por mejor en mis verdades 
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.
  
                        III

Rosa divina que en gentil cultura
eres, con tu fragante sutileza,
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,
ejemplo de la vana gentileza
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida

de tu caduco ser das mustias señas
con que, con docta muerte y necia vida,
viviendo engañas y muriendo enseñas!



Haciendo gala de su Barroco conceptista, Sor Juana, elige el tema del amor contrariado, es decir: querer a quien no te quiere y que te quiera quien no querés, para jugar, en diferentes sonetos, con la misma idea.

Usando diferentes conceptos describe con repetidas antítesis (oxímoron) que enfrenta a los dos amores opuestos y sus consecuencias en el amante y amado.

                       XIV

Que no me quiera Fabio, al verse amado,
es dolor sin igual en mi sentido;
mas que me quiera Silvio, aborrecido
es menor mal, mas no menos enfado.

¿Qué sufrimiento no estará cansado,
si siempre le resuenan al oído,
tras la vana arrogancia de un querido,
el cansado gemir de un desdeñado?

Si de Silvio me cansa el rendimiento,
a Fabio canso con estar rendida,
si de este busco el agradecimiento,

a mí me busca el otro agradecida:
por activa y pasiva es mi tormento,
pues padezco en querer y ser querida.

                   XV

Feliciano me adora y le aborrezco,
Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno, no apetezco.

A quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro,
desprecio al que enriquece mi decoro,
y al que le hace desprecios, enriquezco.

Si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mí, ofendido;
y a padecer de todos modos vengo,

pues ambos atormentan mi sentido:
aqueste, con pedir lo que no tengo;
y aquél, con no tener lo que le pido.




En el Soneto XVI retoma el mismo tema de conceptos opuestos que enfrenta la situación de amar a quien no responde a ese amor o dejarse querer por un amante al que no se quiere. La novedad de este soneto es que entre ambos, Juana, realiza una elección. Prefiere resguardar su pundonor (amor propio, autoestima) aunque sufra su deseo.

                  XVI

Al que ingrato me deja, busco amante,
al que amante me sigue, dejo ingrata,
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a este pago, padece mi deseo;
si ruego a aquel, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que, de quien no me quiere, vil despojo.
 
 
En el Soneto XXIV, ante el amante que no es aceptado, Juana, extrema la ironía mediante el juego de palabras y una hipérbole muy dura en la que, con frases de hoy, le dice: no existís.


                             XXIV

Dices que yo te olvido, Celio, y mientes,
en decir que me acuerdo de olvidarte,
pues no hay en mi memoria alguna parte
en que, aun como olvidado, te presentes.

Mis pensamientos son tan diferentes
y en todo tan ajenos de tratarte,
que ni saben si pueden agraviarte
ni si te olvidan saben si lo sientes.

Si tú fueras capaz de ser querido,
fueras capaz de olvido; y ya era gloria
al menos, la potencia de haber sido.

Mas tan lejos estás de esa victoria,
que aqueste no acordarme no es olvido
sino una negación de la memoria.
                    

Pero la poeta también se ubica en su declaración amorosa en el lugar del amante sufriente, en este caso por los celos de su amado, al que logra entregarse y poner el corazón en sus manos.


                   XII

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.

Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste;
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.


                  XIII

Detente, sombra de mi bien esquivo
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.





Redondillas

Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.

Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su  resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión ninguna gana;
pues la que más se recata,
si no os admite es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende
y la que es fácil, enfada?

Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la aflición
de la que os fuese a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues entre promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.